Estos médicos son una rama de la Fundación Africana para la Medicina y la Alimentación, que reúne a un grupo de voluntarios, y se financia con donativos privados.
Su finalidad es acudir raudos en avioneta a zonas de precaria atención médica en países como Tanzania, Uganda o Kenia, para realizar operaciones quirúrgicas, casi siempre con vistas a curar quemaduras o heridas por arma blanca. Este documental de un todavía primerizo Werner Herzog atrapa la labor desinteresada de estas personas, muchas veces en colaboración con los misioneros católicos que realizan una asombrosa tarea de atención a los nativos.

El film tiene un punto de frialdad, Herzog no está tan suelto como lo estaría en el futuro, pero los casos que recoge son tan escalofriantes –la pequeña que muere en una operación por la ignorancia de su madre, que le ha dado de comer antes sin saber que eso tendría un efecto fatal, el joven que sólo piensa en venganza por el cruel ataque con lanza que padeció su hermana...– que resulta poco menos que imposible para el espectador permanecer indiferente; e invita no sólo a prestar ayuda, sino a mejorar la comunicación, una de las dificultades para que esa ayuda sea verdaderamente eficaz.