La elegante y alegre capital de Dinamarca.
por Roberto I. Tozzini
Luego de una recorrida por otras ciudades europeas, regresamos a Múnich y desde su aeropuerto, en 1986, volamos en forma directa a Copenhague para tomar contacto por vez primera con esa alegre capital del pequeño reino de Dinamarca.
Copenhague es una ciudad vital que nos impresionó por su colorido y dinamismo. A diferencia con otras ciudades Escandinavas similares pero más solemnes, un cierto aire festivo impregna esta ciudad de Dinamarca desde la primavera, resultando un atractivo extra para el viajero que recorre sus calles, negocios y edificios públicos. Visitamos Copenhague cinco veces, por Congresos o placer y en cada ocasión hemos tenido la sensación de encontrarnos con un amigo muy querido con quien se pasa momentos inolvidables.
Recuerdo en especial el viaje del año 2000 que comenzó por Roma, adonde regresamos por tratarse del año del jubileo, con importantes actos religiosos para la grey católica, encabezados por nuestro querido Papa Juan Pablo II. En efecto, la ciudad eterna lucía colmada por un ejército de sotanas y los blancos hábitos de las monjas que como dulces palomas ocupaban plazas e iglesias. Asistimos a celebraciones de oficios religiosos en San Juan en Laterano, en Santa María y en San Pedro Vaticano, vimos la devoción que la figura del Papa despertaba en la multitud y cruzamos las “puertas del Paraíso” abiertas para aquella ocasión con el objetivo de reservarnos un rinconcito de luz, del otro lado de la vida. Semana inolvidable y como le corresponde al buen viajero, una vez concluida la estadía, debe hacer valijas, cerrar los ojos y partir para el próximo destino, en este caso, el Congreso de Climaterio en Copenhagen.
Allá fuimos, acompañados en esta oportunidad por Rafael y Susana, mis cuñados, lo que nos permitió, fuera de las horas de asistencia al Congreso, oficiar de cicerones ya que a la ciudad la conocíamos en detalle.
El casco urbano es extenso, cruzado por vías de agua y pequeños canales, con elegantes edificios de baja altura, excepto las iglesias y palacios que elevan sus aguzados campanarios o imponentes torres bien alto en el cielo. Avenidas amplias simplifican el tránsito entre un dédalo de calles menores que se entretejen alrededor de plazas y viejas construcciones, así como jardines y parques bien céntricos que hacen de necesario pulmón para sus habitantes. Allí cerca, está el puerto de mar, con sus casas típicas y sobre la costa, se luce la promocionada sirenita de bronce (bautizada “Mermelade”) recostada sobre la roca como en actitud de espera a los pescadores.
El centro de la capital es un ordenado hervidero de pobladores locales y de la gran masa turística que los atractivos de la ciudad generan permanentemente. No le ha quedado demasiado territorio al gran Reino de Dinamarca inicial, uno de los más antiguos del mundo y por cierto de toda Europa. Las continuas guerras lo han desmembrado a lo largo de los siglos, pero persiste la Real cabeza que mantiene la línea monárquica desde 1167 a partir del Arzobispo Absalon y, luego de visitar el rosario de islas que configura el interior del pequeño país, puede decirse que también ha conservado el corazón


Un imán para el público local y los turistas, que trasunta el espíritu alegre de este pueblo es, sin duda, el gran parque de diversiones de Tívoli, emplazado en un área que ha quedado céntrica dentro de la ciudad. Antes, hasta la primera mitad del siglo XIX, el terreno vacío quedaba en una zona rural por fuera de las murallas de la ciudad que luego desaparecieron. Enfrentando al Parque de diversiones se destaca una extensa plaza y una arcada de color rosado, con vistosas luces durante la noche, rodeado de banderas nacionales, es la entrada principal para el acceso a los jardines que ocupan varias manzanas. Sensaciones agradables nos esperan en su interior y es difícil abandonar la sonrisa, trátese uno de un niño o de un adulto bien mayor, como fue mi caso en la última recorrida del 2000. Numerosos Cafés y Restaurantes se ofrecen al público, a fin de disfrutar de ricos platos locales y de reponer las energías gastadas en los kilómetros de caminatas que todo visitante bien nacido debe realizar para conocer, piedra a piedra, la ciudad. En el lugar, espejos de agua salpican de celeste encanto la densa arboleda. Allí encontramos un delicioso lago poblado de patitos, aquí, la fontana de Tívoli construida en tres grandes círculos contiguos, con poderosos surtidores y cambios de colores, que luce bella durante el día y maravillosa por su iluminación bajo las sombras de la noche. Setos de flores cuidadosamente ordenados y caminitos de lavanda parecen perderse entre el follaje.




De pronto nos encontramos con un teatro al aire libre donde el numeroso público aprecia el lucimiento de los actores sobre el escenario. Aguzo el oído pero nada escucho; es que se trata del teatro de las Pantomimas, único en su clase, mudo y muy popular en Dinamarca. También hay otros auditorios cerrados para asistir a espectáculos musicales o parlamentos teatrales. Y finalmente están los juegos, para grandes, para chicos, para todas las edades. Juegos mecánicos donde la risa y los gritos surgen espontáneos según los distintos niveles de adrenalina. Múltiples expendios de bebidas y de comidas rápidas o de arte culinario, cubren todas las expectativas en cuanto a cantidad, calidad y precio. Tívoli no es por cierto el mundo de Disney, es muchísimo más pequeño y limitado, pero tiene su estilo, su personalidad, su elegancia y por supuesto, ese espíritu alegre tan propio del pueblo danés.

Caminar por sus principales calles peatonales tiene también un particular encanto. De comienzo, salimos del Hotel, en ese entonces un Sheraton que posteriormente fue comprado por una empresa escandinava (el Scandic, si mal no recuerdo), y poco antes del ingreso a Tívoli nos sumergimos con Martha en la marea humana que diariamente recorre “Stroget” (que significa camino hacia el centro y no una calle en particular) Nuestra primera parada, para contemplación y tomas de fotos (mi “memoria activa” de los viajes), fué frente al gran Palacio del Ayuntamiento, o Municipalidad, en la plaza homónima. El bello y macizo edificio de color marrón muestra un frente almenado como una fortaleza y a su costado izquierdo, una aguda torre con reloj, que se dispara hacia las alturas. En la plaza que lo enfrenta, esculturas de bronce y una fuente con surtidores de agua, engalanan el lugar mientras que en una de las avenidas laterales, una elegante columna se eleva entre 20 y 30 metros, sirviendo de pedestal a dos curiosas figuras en bronce, que soplan largas y curvilíneas trompetas. En esa plaza, son frecuentes las demostraciones populares de júbilo, protesta o en defensa de determinas causas o etnias y así hemos visto, en diferentes momentos, desde agrupaciones indígenas expresándose por sus derechos originarios hasta conjuntos musicales que recuerdan a algún país exótico. La plaza desde donde se eleva el Ayuntamiento se denomina “Nystorv” o plaza nueva, en contraposición con la que se extiende cruzando la avenida que es la “Gammeltorv” o plaza vieja, proveniente de la edad media donde asienta el más antiguo mercado de Copenhagen. En el centro de esta plaza se levanta otra bonita fuente cuyas figuras centrales simbolizan a la caridad y donde chorros de agua producen un agradable efecto estético.




El gran edificio del Ayuntamiento, es de construcción relativamente reciente, ya que data de 1880. La edificación anterior y todo el centro de la ciudad, fueron destruidos por los incendios de 1728 y 1795 lo que produjo una restauración y renovación de muchos edificios públicos y privados. También por esta zona, una placa de bronce en el frente sobre la peatonal, recuerda la casa donde por muchos años vivió uno de los pensadores más lúcidos de Dinamarca, Soren Kierkegaard autor entre otras obras de “El concepto de la angustia”, pieza profunda que leí con no poco esfuerzo y que debate nuestra frágil relación humana con un ser superior.

Pasando la plaza, la calle se estrecha haciendo una curva para correr entre un conjunto de negocios y grandes tiendas; entre ellas encontramos un interesante “museo del tabaco” donde todos los elementos para el fumador, están a la venta (es probable que el mundo de hoy, este anacronismo esté en vías de extinción). También destaco los edificios de exhibición y venta de los conocidos artículos de porcelana de la “Royal Copenhagen” donde Martha compró algunos recuerdos. El nuevo espacio abierto, siguiendo la calle, corresponde a “Amagertorv”, en cuyo centro, la infaltable fuente con sus figuras de bronce, suele lucir en las tardes tibias, rodeada de adolescentes. Hacia su costado izquierdo se levantan las grandes tiendas Illum donde ya en un pasado que me parece remoto, compramos telas y otros accesorios para el ajuar de nuestra hija próxima a casarse. Posteriormente, Martha, cliente fiel, ha renovado algunas compras en cada nueva visita. Hacia la derecha, “Amagertorv” se conecta por otra peatonal con una imponente plaza donde se levanta el Castillo de Christiansborg, sede actual del Parlamento Danés, de la Corte Suprema de Justicia y de la Oficina de Primer Ministro. Si bien casi no se nota, la masiva construcción constituye una isla en el corazón de Copenhagen, ya que estrechos canales cruzados por calles- puentes, la separan del resto de la ciudad. También se guarda en el Palacio, exhibiciones valiosas que pueden visitarse, entre ellas, las ruinas del Castillo de Absalon, con casi 1000 años de antigüedad, una de las cuatro construcciones que allí se edificaran y que fueran destruidas por los sucesivos incendios, tan frecuente en esos tiempos, por el empleo abundante de la madera y del fuego como forma de calefacción.
El Palacio actual fue construido en estilo barroco entre 1907 y 1928, siendo su Torre la más alta de Copenhagen con 106 metros de altura. Vale recorrer la Capilla del Palacio, el Museo del Teatro, los Establos Reales y el Museo de Armas, todos ellos dentro del ámbito físico del Castillo.
Regresamos ahora a la plaza Amagertorv y cruzando por delante de la entrada principal de las tiendas Illum, nos encontramos con la Iglesia de San Nicolás y su importante torre. El edificio en sí es de construcción reciente, ya que fue terminado en 1914 y nunca se lo destinó al culto sino que la Municipalidad lo emplea para centro de exposiciones. En sus orígenes más lejanos, fue la iglesia de los marineros y en sus alrededores, los pescadores solían acampar y vender sus pescados. En cuanto a su maciza torre, se mantiene en pié desde la edad media.
Siempre por la peatonal, la calle continúa con el nombre de “Ostergade” con una sucesión de tentadores negocios que ofrecen cristalería, porcelanas, confecciones de moda, sobretodo en cuero, magníficamente trabajado y una serie de cafés y restaurantes. En la primavera, grupos de jóvenes se reúnen alrededor de las fuentes o en un costado de la peatonal, tocando instrumentos musicales, lo que le agrega un colorido particular a ese torbellino humano multiétnico que parece no detenerse jamás.
Y llegamos al final de este largo recorrido por la principal calle comercial de Copenhagen al cruzar por la esquina del prestigioso Hotel d´Angleterre. Más allá nos encontramos con la Real Academia de Arte, el Teatro Nacional y el simpático barrio de Nyhavn con su canal y sus casas típicas de vivos colores. Y desde luego, con el puerto y la Sirenita.
En la ciudad y sus alrededores se conservan magníficos castillos, recuerdo imborrable de su pasado de guerras y riquezas. La visita de los mismos, además de muy placentera, nos permite asomarnos a esa historia heroica de ambiciones y desafíos que fue moldeando el espíritu europeo para el gran salto cultural y tecnológico que aconteciera en esta tierra extraordinaria, varios siglos después. En nuestros sucesivos paseos por la ciudad, hemos visitados a tres de esos bien conservados monumentos.
El Palacio de Amalienborg junto a otros edificios similares, encuadran la plaza del mismo nombre, una de las más bonitas de Europa por su magnificencia. Los otros tres, por orden del rey Federico V, debían ser mansiones particulares pero, exactamente iguales en su exterior, para dar al conjunto una sensación de extraordinario equilibrio. Por supuesto que cada uno de los frentes ocupaba la totalidad de la cuadra. Originariamente, el más lujoso en su interior, fue el construido por el conde Adam Gottlob Moltke, amigo personal de Federico y el hombre más influyente de su país por ese entonces. Hoy día funciona como Tribunal. La mansión de enfrente, es la residencia actual de la reina Margarita II, habiendo pertenecido a un barón de la corte. El cuarto palacete fue completado en el año 1760 y funcionó como Palacio Real desde 1912. Finalmente, la plaza exhibe la magnífica estatua ecuestre de Federico V, otra de las condiciones impuestas por el Rey para los adinerados constructores, realizada por un excelente escultor francés.
En el exterior de Amalienborg tiene lugar, todos los medios días, la ceremonia del cambio de la guardia. El muy vistoso espectáculo suele congregar numerosos turistas y visitantes de la capital.
Otra de las grandes construcciones, Rosenborg fue erigida por el Rey Christian IV y se conserva como el único Castillo que prácticamente no sufrió modificaciones desde su inauguración en el 1600. Incólume, sobrevivió a incendios, a la guerra con Suecia en el período 1658- 60 y al bombardeo Inglés de 1807.
Este pequeño Castillo fue, no obstante, la residencia predilecta de Christian IV y allí fue llevado a indicación suya cuando se sintió morir cercano a los 70 años. Situado en un pequeño parque dentro del perímetro de la ciudad, su visita es muy agradable, manteniéndose en excelente estado de conservación las habitaciones, el mobiliario y los numerosos cuadros y ornamentos que aún se exhiben en el Palacio.
Los otros dos Castillos que visitamos son mucho más imponentes y se encuentran en las afueras de Copenhagen.
El más importante es el de Frederiskborg, de bello estilo renacentista y situado a orillas de un lago en la ciudad de Hillerod. Su estado actual se debe al gran Rey constructor, Christian IV y por ende pertenece al siglo XVII, pero sus orígenes pueden rastrearse en el 1500. No sólo el Castillo es una majestuosa construcción, con elevadas torres y maciza estructura, sino que el interior nos deleita con magníficos salones, cuadros, tapices y un elegante museo.
Nuestra última visita de estos edificios reales, fue al castillo edificado en el estrecho de Elsinore, frente a las costas suecas, con claro propósito de controlar la navegación. Se levantó por encargo del rey Eric de Pomerania aproximadamente en el 1400. La construcción fue ampliada posteriormente por Federico II y completada por su hijo, el mencionado rey constructor, Christian IV. Se lo conoce como Kronborg (el castillo donde habría habitado Hamlet) y es mucho más austero que el mencionado anteriormente, aunque su perfil sobre las aguas del estrecho constituye una imagen imborrable y emblemática para el viajero. También funciona en su interior un museo Naval.


Me quedan muchas cosas por describir en este pequeño país constituido por islas bañadas por el mar Báltico; quizás vale el recuerdo de su geografía plana, sin montañas, pero con su campiña cultivada y cubierta de flores en los meses estivales, sus rutas colmadas de ciclistas y autobuses, caminos impecables, a la sombra de árboles y miríadas de puentes. Una excursión a Odense, North Zeland en 1997, nos llevó a la ciudad del cuentista para infantes, Andersen, recorriendo bellas rutas arboladas, pobladas de castillos y atravesando espacios de mar en caminos que parecen flotar sobre las aguas uniendo ese maravilloso rosario de islas.


Todo ordenado y pacífico en un ambiente libre, placentero y risueño que parece constituir el alma de esta Sociedad que funciona democráticamente con una reina a su frente. Según me informé en ese momento, todos sus habitantes tienen cubiertas por el estado su educación, salud y jubilación a un nivel de dignidad. Por algo las encuestas que miden satisfacción de la población, siempre colocan a Dinamarca entre los primeros lugares del mundo. Los daneses tienen además, la fama de ser uno de los pueblos más honestos y libres de toda Europa (también en sus hábitos sexuales) y lo que he conocido de ellos avala plenamente tal juicio. Para dar un simple ejemplo de honestidad, quizás representativo, recordaré que en mi estancia en uno de los Congresos Internacionales que allí se desarrollaban, los asistentes disponíamos gratuitamente de bicicletas que podíamos recoger en plazas determinadas, para abandonarlas luego en cualquier lugar, pues los habitantes se encargaban de devolverlas a donde correspondiera.